martes, 30 de noviembre de 2010

La autoridá


No había caído en cuenta, pero mi trabajo como night portera me ha dado un toque de autoridá que no había tenido nunca en la vida. Cuando tengo la camisa del uniforme puesta la gente se asusta al verme, grita, se esconde o me da explicaciones no pedidas. No puedo decir que no disfrute de esto de sentirme importante, reconocida y temida, no puedo decir que no disfruto de tener autoridá.
Resulta que en estos días hay un grupo de chicos nice en el hostal (digo en estos días porque después de 9 meses viviendo aquí, he visto formarse y dividirse decenas de grupitos como este), los que siempre están listos para la fiesta, pa’ la charla, pa’ la pachanga. Más o menos los tengo identificados, hay un italiano, dos italianas, un indio, un español, una húngara y un austriaco. A mí no me caen mal, pero la verdad es que sí me dañan mi paradisiaco trabajo, gracias al que sigo teniendo casa y comida en Londres.
Como parte de mis funciones, me corresponde echarlos si están parados conversando en la puerta del hostal después de las 11 de la noche, así estén hablando pasito, así estén cumpliendo con esa necesidad fisiológica que para algunos seres humanos es fumar (está rotundamente prohibido hacerlo dentro del hostal).
Según las instrucciones que recibí del manager, tengo que decirles que los residentes se están quejando, que por favor se muevan a otro lugar. Tengo que decir eso, así no sea verdad, sino me van a responder, ‘vos si sos cansona pero si nadie se ha quejado’.
Al principio, me les paraba en frente y esperaba a que se fueran. Después Csabi, el housekeeper húngaro, me recomendó que no me ganara enemigos gratuitamente, que les pidiera con amabilidad que cuando acabaran su cigarrillo se marcharan y ya.
Pero algunas veces sí es verdad que los residentes se quejan, y hasta se enojan conmigo si los parranderos vuelven después de haber sido cordialmente invitados a que se larguen.
En mis primeras semanas en este trabajo (cuando todavía era verano en Londres), era sagrada la llamadita del residente del B02, que se queja del más sigiloso susurro, por muy las 9:30 p.m. que sean. Hace rato que no ha vuelto a llamar, será porque la llegada de los vientos otoñales ha vuelto más caseritos a los bullosos o porque después de la una de la mañana apago el teléfono para librarme de un intermitente pitido que emite cuando se queda sin señal.
Los parranderos al principio se iban sin reclamar, después empezaron “pero si estamos hablando pasito”, “¿entonces quieres que fumemos adentro?”. La otra vez le dije a una chica que tenía una cerveza en la mano que en Inglaterra estaba prohibido tomar en la calle y el chico austriaco se rio de mí como diciendo “¿pero no te has dado cuenta cómo son de borrachos los ingleses?” Yo le lancé una mirada fulminante de ‘autoridá’ que lo dejó ‘callado la boca’.
Otra vez, yo estaba revisando que todo estuviera apagado y cuando pasé por la cocina del tercer piso me encontré con tres italianos y uno de ellos estaba fumando ¡Fumando! Violando la regla de oro del hostal. El muchacho se puso pálido y apagó el cigarrillo de inmediato sobre un plato, sus compañeras soltaron un grito de sorpresa y yo les aplique una contundente dosis de autoridá recargada con mis escasos conocimientos de la ciencia del regaño en idioma inglés. Al día siguiente, el italianito me pidió que por favor no le dijera nada a Mario, el manager, y yo en una acto de pedagogía le dije que bueno, pero que la próxima….
Eso es extraño. Por muy feo, muy lleno de locos y muy cochino que es este hostal, nadie quiere ser echado. La mayor parte del tiempo la ocupación es del 90 por ciento y en el último mes conseguir una cama es una proeza. Y es gracias a eso que los chicos malos anoche estuvieron a raya.
En Halloween, que fue el primer día me Maja, mi nueva roomate polaca, hicieron una gran fiesta en la cocina del tercer piso, una fiesta de la que recogimos como tres o cuatro bolsas enormes de basura. Maja me contó que cuando la vieron llegar con la camisa de night portera puesta, una chica se asustó y trató de escaparse. Y precisamente eso fue lo que me pasó a mí anoche. Vi que tres de ellos estaba afuera y cuando me dirigían a pedirles que se movieran, ellos salieron disparados y no me dejaron ni pronunciar palabra. Como dicen los ingleses ‘lovely’.
Csabie, que juega a dos bandas, (es amigo de ellos pero a la vez me da instrucciones de cómo manejarlos) me contó que el manager les había mandado un memorando por hacer ruido en la puerta del hostal y que ellos estaban convencidos de que eso seguramente era obra de la más estricta, de la más mal mirada, de la más autoritaria, night portera colombiana.

Tras la pista de Jack

No, no es un mito. Ocurrió aquí, en Londres. ‘Jack el destripador’ mató a cinco mujeres entre agosto y octubre de 1888. Cuatro de ellas aparecieron con dos incisiones en la garganta y todas fueron brutalmente asesinadas. A una le sacó el útero, a otra el estómago, a otra el riñón izquierdo y a otra le sacó todo, hasta el corazón.

Conocido también como el
‘asesino’ de Whitechapel’ fue buscado entre cirujanos, médicos y carniceros debido a su habilidad para sacar órganos y de cortar el cuello de sus víctimas con un mecanismo que impedía que su sangre no se demarrara sobre él.

Recibió el apodo de ‘Jack the ripper’ por una carta que s
upuestamente envío, en la que se autodenominaba con ese seudónimo, y que fue difundida por los medios de comunicación. Su identidad todavía es un misterio y sus macabros crímenes han sido fuente de inspiración de libros, historietas, películas (una dirigida por el afamado Alfred Hitchcock), óperas, obras de teatro y hasta video juegos. Existe una empresa que ofrece recorridos turísticos por su vida “y obra”, pero la verdad es que curioseando un poco en internet no es difícil organizar el propio.

Para Express News, noviembre de 2010

A la espera de una buena idea

Abandonado, aislado, olvidado, así ha permanecido el Royal Victoria Dock en los últimos 25 años. Ubicado en zona tres, cerca del aeropuerto metropolitano y del centro de exhibiciones ExCel, este puerto, junto al Royal Albert Dock, y el King George V Dock, solían ser los puntos más importantes de carga y descarga, embarque y desembarco de Londres, a principios del siglo pasado.

Sin embargo, desde su cierre en 1980, ninguna administración local ha logrado devolverle la vida. Varios proyectos residenciales se han instalado a sus alrededores, pero no han logrado conectarlo con la ciudad. El alcalde Boris Johnson quiere que sean un foco de atención en los Juegos Olímpicos del 2012, pero expertos como el arquitecto Kieran Long, creen que ya es demasiado tarde y que una decisión apresurada puede destruir una oportunidad de construir algo realmente especial a orillas del Támesis.

Por ahora el Borough de Newman, al cual pertenecen estos puertos, ha lanzado una competencia para desarrollar ideas temporales en ellos, los ganadores no recibirán ningún dinero, sólo el derecho de usar el suelo sin pagar nada a cambio. Los interesados pueden enviar sus propuestas a este correo: sitelife@propertyweek.com

Para Express News, noviembre de 2010

martes, 23 de noviembre de 2010

Esa gente rara de Colombiage

Los organizadores y participantes de Colombiage, el festival de arte contemporáneo colombiano que celebró su cuarta edición en el teatro RichMix (en el este de Londres) el pasado fin de semana, son gente muy rara. Son como esos muchachos que uno veía en Colombia con cortes de pelo todos locos, con sombreros, con ropa de colores, que por más que uno los mirara, los escuchara o les preguntara, uno nunca les entendía nada.

En la mañana del sábado, un músico portugués, Daniel Cerejo, dio unos talleres de percusión colombiana para niños, que según él, les ayudará a separarse de la parte racional de sus cerebros y les permitirá conocerse a ellos mismos. En la tarde, se exhibieron una serie de videos raros, como uno de una viejita dando clases de etiqueta y enseñando qué tan largo debe ser el mantel de una mesa, que según ellos, es una obra de arte, de arte ex-pe-ri-men-tal. Y en la noche, se presentó el grupo ‘Teatro del presagio’ con la obra ‘La oscuridad, la crueldad y la risa’, en la que un violador francés del siglo XV confiesa lo que hizo a cientos de niños inocentes, en la que se echan unos discursos enredadísimos sobre la teoría de la relatividad, en la que se muestra al Papa en plena orgía con sus colaboradores mientras dicta los métodos de tortura que se debían utilizar en la inquisición; una obra que según parece, también es muy artística, muy ex-pe-ri-men-tal.

Lo que es más raro todavía es que a pesar de que era un festival de Colombia todos los eventos fueron en inglés, entre los de la logística había una brasilera, una española y hasta un estadounidense, y los artistas invitados, tampoco eran del todo colombianos. Presentaron la exhibición de Juan delGado, un español enamorado de Colombia y al que le pareció muy artística la Plaza de mercado de Corabastos e hizo una instalación en video sobre este lugar. Llevaron como DJ de la fiesta de inauguración a Nathy Bo, un inglés que es un profundo admirador y un apasionado coleccionista de cumbias colombianas, e hicieron un concierto de la Chiva Gantiva, un grupo inspirado en ritmos del folclor afrocolombianos como el currulao, mapalé y el sanjuanero, pero que tiene un saxofonista ¡vietnamita! ¡Qué gente tan rara!

Landa Acevedo, la directora, dice que precisamente eso es lo que buscan, hacer un collage de cultura y se siente muy satisfecha de que el público de los eventos haya sido mitad colombiano mitad extranjero y que haya sido del interés de intelectuales como el pensador político Phillip Blond, el experto en historia del arte Michael Jacobs, el biógrafo de Pablo Neruda, Adam Feinstein, entre otros. Sandra Tabares, quién coordina la parte de artes visuales del evento, sostiene que así yo piense que ella es muy rara, ella está muy orgullosa de pararse como colombiana y decir “de esta manera yo también coopero a la diversidad de Londres”. Y Johanna Zuleta, encargada de marketing, dice que con esta integración de culturas, Colombiage está ayudando a que los artistas colombianos conozcan otros mercados y se les están abriendo más y más puertas para que difundan su trabajo alrededor del mundo.

Pues sí, aunque esta gente sea tan rara, algo tienen que estar haciendo bien, como para que hace un mes, el afamado Manu Chao haya dado un concierto para recoger fondos para este festival, para que en su segunda edición hayan puesto el ojo en una banda como Bomba Estéreo, que nunca había salido de Colombia, y que dos años después ha recorrido exitosamente Europa, Estados Unidos y hasta Asia. Y para que una de sus charlas haya dado pie al escritor Oscar Guardiola-Ribera para escribir un libro que se atreve a imaginar a los latinoamericanos gobernando el mundo (‘What if latinoamerica rules the world’) que ha sido reseñado por los más importantes periódicos británicos.

De pronto su idea de que Colombia en materia de arte no es para nada subdesarrollada, sea cierta. Quizá esa teoría terca de en que los colombianos tienen mucho potencial pero que no quieren darse cuenta, no sea tan loca. Tal vez su valentía de mostrar también caras críticas y negativas de Colombia no es una mala jugada. A lo mejor son locos como esos nadaistas que hacían exhibiciones de lienzos pintados de negros en Cali o soñadores como lo de la cueva en Barranquilla que sacaron esa revista 'Crónica' que muy pocos leían. Ellos está convencidos de la importancia de Colombiage, y estresados, cansados y hasta enfermos de trabajar tanto ya están pensando en la quinta edición, así haya periodistas, a las que les parece muy rara, esa labor titánica que hacen.

Noviembre de 2010. Para Express News

martes, 2 de noviembre de 2010

El candado del amor eterno


Usted no conoce a Aranit ni a Marina pero ahora usted sabe que ellos se quieren mucho. El pasado sábado, cuando el enorme crucero Silver Cloud se paseó por Londres y miles de locales y foráneos salieron a celebrar el Festival del Támesis, esta pareja puso un candado con sus nombres en uno de los pasamanos del Tower Bridge, cumplieron así con el ritual que miles de enamorados están haciendo desde hace unos años alrededor del mundo, y que en Londres tiene como escenario este imponente puente inaugurado en 1894.

Se dice que la tradición empezó en la ciudad húngara de Pécs, en la década de los 80’s, cuando dos jóvenes pusieron su candado en una cerca de hierro forjado para simbolizar el compromiso del uno con el otro. Otra parejas se les unieron, hasta que ya no cupieron más candados y otros enamorados empezaron a poner los suyos por toda la ciudad.

En este momento el ritual se repite, con modificaciones, en muchos lugares del mundo, en Uruguay, los amantes ponen sus candados junto a una fuente, y creen que eso les asegurará regresar juntos; y en Italia (dónde un escritor popularizó el rito en una novela para adolescentes) se suele arrojar las llaves al río Tiber, (en Roma) en señal de amor eterno. Pero no todos ven con buenos ojos este ritual y lo consideran un acto de vandalismo que van en contra del patrimonio de las ciudades. En Japón, tantos candados hicieron colapsar una cerca; en Roma querían imponer multas; y en París manos desconocidas arrancaron los que había en el Pont des Arts. En Londres, por ahora, el candado de Aranit y Marina pareciera estar a salvo, junto a un centenar más.

Agosto de 2010. Para Express News

¡Que comience la función!


Se acabó el carnaval y poco a poco los días de sol se están yendo, pero esa no es razón para quedarse encerrado en la casa, ir a cine siempre es un buen plan mientras el viento y la lluvia están de pelea de puertas para afuera. En esta materia Londres nunca descansa y ofrece todo tipo de opciones para todo tipo de públicos, como la quinceaba versión del Portobello Film Festival (en la foto) que hasta el 19 de septiembre presentará más de 600 films completamente gratis y algunos de ellos en español. Hacia finales de mes (entre el 24 de septiembre y el 7 de octubre) Ciné Lumière (en South Kensigton) presentará el festival de Cine Español, y del 13 al 28 de octubre viene el Festival de Cine de Londres, el más importante del Reino Unido. Esto sin contar las opciones que los distintos centro culturales tienen durante todo el año, como el Southbank Centre (al lado del London Eye) y el Barbican Centre. Para públicos más especializados y con mayor presupuesto (entre 20 y 30 libras) Londres también cuenta con Secret Cinema, una comunidad que se cita en algún lugar de la ciudad a ver una película de la que sólo se sabe el nombre en el último momento (http://www.secretcinema.org). Se acabó el verano pero la función apenas está empezando.

sábado, 23 de octubre de 2010

La estocada final a ‘The Foundry’

The Foundry (la fundidora, en español) ya había sido cerrada el pasado 30 de mayo pese a la oposición de miles de londinenses (el grupo en Facebook que se creo para evitar su cierre alberga a más de 4 mil miembros), pero el pasado jueves recibió su estocada final. Destartalado, cutre, sucio, por diez años The Foundry había sido un pub, una galería (más de 2 mil exposiciones gratuitas se hicieron allí), una biblioteca, una sala de conciertos y un importante centro de arte alternativo en el sector de Oxton, en el este de Londres. La propiedad fue vendida a una cadena de hoteles, que demolerá el edificio actual (cubierto por esta enorme valla publicitaria de una reconocida marca de cerveza) y construirá un hotel temático de arte. Las protestas no sirvieron de nada. El último intento de proteger el edificio (en cuyas paredes alguna vez pintó Banksy, el afamado grafitero inglés) lo protagonizaron un grupo de manifestantes (‘okupas’ o ‘squatter’) que tomaron posesión ilegal del edificio en junio, siguieron realizando las actividades culturales tradicionales y pospusieron la demolición del edificio. Pero la cadena hotelera volvió a ganar, los okupas fueron desalojados el pasado jueves y las nuevas manifestaciones artísticas que llegarán a este terreno, sólo podrá ser visto por quienes puedan pagar por ver.

Agosto de 2010. Para Express News

El vuelo del 'London eye'

Tan lejos como puede volar esta gaviota, así viajará el ‘London eye’, en su décimo aniversario. Pero no es que esta noria, de dos mil toneladas, vaya a ser trasladada, como se discutió hace unos años, sino que la ‘Royal Mail’ la homenajeará, desde esta semana, con diez estampillas que muestran varias facetas de esta rueda de 135 metros de altura. Entre la colección, se encuentra el primer bosquejo del proyecto que participó en la convocatoria que en 1993 buscaba un monumento que le diera la bienvenida al nuevo milenio. El ‘London eye’ fue instalado en marzo del 2000 y desde entonces más de 38 millones de personas han disfrutado de esta atracción, que hasta el año 2006 fue la noria-mirador más alta del mundo. La también conocida como ‘Rueda del milenio’ tiene 32 cápsulas, una por cada distrito de Londres, según los registros, 433 bodas se han celebrado en ella y en el último San Valentín se hicieron 34 propuestas de matrimonio.

Agosto de 2010. Para Express News

jueves, 14 de octubre de 2010

Siempre joven


Hace 60 años existía un lugar en Ghana, África, donde un hombre prometía lo que la ciencia, cincuenta años después, no ha logrado conseguir: la juventud eterna. Su maestría para manipular una cámara fotográfica era la que le permitía conjurar este hechizo, al que recurrían los recién casados, los obreros, los artistas, los políticos, las señoras, las quinceañeras. Todos visitaban ‘Siempre joven’, el estudio del fotógrafo James Barnor, que más tarde inmortalizaría al boxeador Mohammad Alí y al primer presidente de Ghana (impulsor del panafricanismo), Kwame Nkrumah. Más de medio siglo después, en Londres, Barnor sigue siendo un hechicero poderoso, que mientras expone las mejores fotos de su carrera (estarán en Rivington Place, hasta el 17 de noviembre), retrata a unos pocos privilegiados que tienen que obedecer sus órdenes de “no sonría”, “abrácela”, “párese derecho”. Todo por esa poderosa dosis de inmortalidad que es la fotografía y que hoy, gracias a Barnor, nos permite apreciar la transición de dos sociedades, la ghanesa independizándose del Reino Unido, y la londinense, transformándose en la metrópoli cosmopolita y multicultural que es hoy.

Octubre de 2010. Para Express News

domingo, 10 de octubre de 2010

Detrás de Banksy

Para esta turista italiana encontrar este estencil, que aparece en su guía de Londres, no fue fácil. Ahí dónde usted lo ve, cubierto por plantas, rodeado de latas de cerveza vacías, abandonado, este dibujo fue hecho por uno de los artistas ingleses más reconocidos del momento, que, aunque es muy famoso, pocos han visto su cara. Se hace llamar Banksy y se hizo célebre por burlarse de los íconos más famosos del Reino Unido, en las paredes de sus propias ciudades. Por dibujar a un guardia de la reina (con su gorro de piel de oso y su chaqueta roja) orinando en una calle, a dos policías besándose apasionadamente, y a su majestad Victoria recibiendo sexo oral. Si no estuviera tan descuidado, usted podría ver en esta pintura (de las pocas que no han sido tapadas, modificadas o vendidas por miles y miles de libras), ubicada entre Old Street y Rivington Street, a un guardia de vigilancia, que en lugar de tener un perro grande y furioso, lleva a un amanerado perro de salón. Saber más sobre este artista no es fácil, por eso la primera película que se hace sobre él, ‘Exit through the gift shop’, ha sido vista en los principales festivales de cine del mundo. Ya estuvo en el Sundance, en el de Berlín y en septiembre se presentará en el festival de San Sebastián, España.

Agosto de 2010. Para Express News



Sillas para soñar

Para ver el atardecer, para tener conversaciones serias, para olvidarse de las cosas serias, para adivinar figuras en las nubes, para imaginar, para hacer planes, para dejar de pensar en el futuro, para inspirarse, para suspirar, para enamorarse, para sentarse a recordar, para dormir, para descansar, para soñar. Hace más de cien años que estas sillas hacen parte de la fría y gris Londres, y hace cuatro que cada verano, un grupo de artistas, diseñadores y celebridades, las intervienen y las despliegan en los principales parques de la ciudad (Royal Parks). El proyecto se llama ‘Deckchair dreams’ y este año cuenta con la participación de siete artistas chinos (también serán exhibidas en el Jardín Botánico de Beijing) y cinco británicos. Hay 700 por toda la ciudad, se pueden alquilar, se pueden comprar o simplemente se pueden apreciar. El dinero recaudado irá a proyectos de la ‘Royal Park Foundation’ que también organizó un concurso entre cinco escuelas de niños ingleses y chinos, entre las que se escogerán nuevos diseños que harán parte de la colección. Las hay con mujeres con alas, con gatos meditativos, con aves exóticas, con caligrafías asiáticas, con flores de colores, y con muchos londinenses dispuestos a soñar sobre ellas.

Julio de 2010. Para Express News

viernes, 8 de octubre de 2010

Londres en dos ruedas


A los buses rojos y a los taxis negros se les acabó su cuarto de hora con los turistas. Ahora lo in es tomarse fotos en estos estacionamientos azules o Docking Station, que desde el próximo viernes, 30 de julio, señalarán las 6 mil bicicletas que el sistema de transporte de Londres pondrá en alquiler en el centro de la ciudad. Para usarlas es necesario afiliarse, y para esto, se debe ser mayor de 18 años, inscribir una dirección, una cuenta bancaria y aceptar los términos de Barclays, el banco que administra y patrocina este servicio. Cuesta 45 libras el año, 5 una semana, o, 1 por un día. Después de hacerse socio, los usuarios podrán tomar la bicicleta en una ‘Docking Station’, hacer viajes de menos media hora y devolverla en otra Docking Station gratis. Si se quiere usar la bici por más tiempo se tendrá que pagar, adicionalmente, 1 libra por media hora más, 6 por dos horas más y así sucesivamente, por lo que se recomienda que se use sólo para viajes cortos, especialmente porque si hay algún retraso en la entrega se cobrará una multa de 150 libras. Si desea afiliarse o si desea tener más información, entre a www.tfl.gov.uk, sólo se reciben pagos con tarjeta débito o crédito ¿Y usted ya se tomó la foto en las Docking Station?

Julio de 2010. Para Express News

jueves, 7 de octubre de 2010

Y explotó la bomba

Dice la ciencia que una bomba es una liberación de calor, presión o energía activada por una causa externa. Dice el sentido común que el cuerpo de un europeo sólo puede reaccionar con espasmos torpes y arrítmicos ante las vibraciones de una cumbia, un bullerengue o una champeta. El pasado jueves 15 de julio la ciencia se impuso sobre el sentido común en el teatro Hackney Empire, en el este de Londres, dónde la música de la banda colombiana Bomba Estéreo, hizo explotar ritmo, movimientos de cadera y sangre caliente en cuerpos que parecían anatómicamente negados para esto.

Obviamente la mitad del auditorio era latino y le dio indicios a la otra mitad de cómo era eso de “bailá y bailá”. Pero la reacción química la produjo la banda, recién llegada de China y después de pasar exitosamente por varios festivales europeos (esta semana se presentarán en Estados Unidos).

La bomba se demoró en explotar. Se empezó a calentar a las 8:10 p.m. con la brasilera Ceú, que con su zamba, bossa nova, dulce y electrónica, logró que el público la acompañara con las palmas y que uno que otro espectador se parara a bailar. Luego de más de una hora de concierto, la gente ya estaba entrando en calor, pese a que el escenario, de sillas numeradas, escalonadas y rodeado de palcos, no fuera el más indicado para un concierto de música latina.

Cumbia sicodélica

Los que ya conocían a Li, vocalista de Bomba, la esperaron de pie y con unas cuantas cervezas en la cabeza. Vestido púrpura, leggings verdes y botas blancas, la paisana de Carlos Vives empezó a cantar muy dentro de la onda suave de Seú. Confundió a sus seguidores, acostumbrados a verla con una flor en el pelo como una cantadora chocoana, o ‘rapeando’ como una neoyorkina.

Empezó más ‘electro’ que ‘cumbé’, pero eso fue sólo para calentar motores, para sulfurar cabezas europeas, a punta de ‘beats’ y distorsiones. Gritó ¡Colombia! y empezó lo bueno… calor, energía y presión explotaron en este teatro, construido en 1901 y en el que alguna vez se presentó Charles Chaplin. Muy pocos se resistieron a pararse, y aún así, desde su silla, con la cabeza, con las manos, con la sonrisa, respondieron a ‘aguasalá’, ‘cosita rica’, ‘Juana’ y otras canciones del álbum Estalla (Blow up), el segundo de la banda.

“Mitad del mar y mitad del río”, como dice la canción Raza (la tercera que cantaron y la que prendió la fiesta), Bomba Estéreo es un grupo de mezclas: su creador es Simón Mejía, blanco, bogotano, electrónico; y su cantante es Liliana Saumet, morena, costeña y tropical. Juntos han logrado mezclar ritmos del folclor afrocolombiano, como la cumbia, el bullerengue y la champeta, con sonidos electrónicos. El resultado es un ‘booooom’ que vibra con letras que hablan de cosas tan simples de la vida cotidiana del país, como tomarse una aguapanela helada o comerse una panelita de coco, y de otras más complejas como las mentiras de los políticos o la superficialidad de algunas ‘Niñas ricas’.

¿Y que sigue después de una explosión? Pues ‘Fuego’, la canción que por estos días no falta en ninguna discoteca de Colombia, que poco a poco se ha ido expandiendo a los rumbeaderos de latinomérica, y que, cómo quedó demostrado en Londres el pasado jueves, es capaz de derretir las células de hielo del más helado de los europeos.

Julio de 2010. Para Express News

domingo, 3 de octubre de 2010

¿Westminster o Westmonster?


¿Se acabó la fiesta o se acabó el desastre? Ya no se verán más "peacenicks" como este, en las afueras de la abadía de Westminster. Después de más de dos meses acampando en Parlament Square, el grupo de manifestantes que pedía el fin de la guerra en Afganistán fue obligado a desmantelar su campamento, ubicado en pleno corazón de Londres y en una plaza considerada Patrimonio de la Humanidad. De espaldas a la escultura del ex primer ministro inglés, Winston Churchill, y frente al rostro sonriente de la de Nelson Mandela, este grupo de activistas políticos habían instalado sus carpas y pancartas el pasado 1 de mayo. Pero con el pasar de los días, todo tipo de personas, incluidos muchos de los llamados ‘sin casa’, se fueron uniendo al campamento y lo convirtieron en lo que la prensa local llamó una gran cloaca. El alcalde de la ciudad, Boris Johnson, quién impuso la demanda que ahora los desaloja, se había referido al campamento como una monstruosidad, sin embargo los impulsores de la manifestación, integrantes de la ONG ‘Democratic village’ afirmaron que el real desastre estaba dentro de la Casa de los comunes, que después de mandar a sus soldados a la guerra no debería llamarse Wesminster sino Westmonster.

Julio 15 de 2010, para Express News

sábado, 29 de mayo de 2010

Guerra de estrógenos

“Favor preparar y hornear estos vegetales”, escribió Androulla en una bolsa de papel, con letra grande, sobre una bandeja llena de ensalada de pimentones y berenjenas al finalizar la noche del lunes. A la vista de todos, en el horno, que es mostrador al mismo tiempo, dónde normalmente se exhiben los pollos, el cordero y las papas rostizadas.

Los vegetales ya estaba cocinados pero ella quiso dejar evidencia de eso que me dijo al poner al letrero. “¿Tú te los comerías? Esa mujer española no tiene ni idea de lo que es cocinar. ¿Tú qué piensas? Es que parecen crudos. Por eso no se vendieron. ¡Cómo ayer sí los vendimos todos” (los había preparado ella misma).

Androulla se refiere a Dina, una gallega, muy mayor, que ha trabajado en el supermercado por más de diez años. El martes, Dina respondería a la afrenta. “Es que ella es muy especial para todo, nada le parece que está bien hecho, pero ven te muestro los quesos que ella cuida”. Dina coge unos trozos de queso emmental suizo , carísimo como todo lo que se vende en este supermercado, cubiertos de moho.

La pelea se repite dos metros más al costado izquierdo de ‘la deli’. En la panadería, Suchilda, una tailandesa de 70 años, ha pedido a uno del os meseros del café que fotografíe con su celular unas tortas que Nina (una rusa súper mamacita de unos 25 años), una de sus colegas, dejó llenar de hongos. El mesero las tomó pero no ha querido entregar las fotos.

miércoles, 26 de mayo de 2010

La satisfacción del deber no cumplido

Hoy hice una trampita chiquita en este experimento de los quince días sin escribir. No escribí en la noche, estoy escribiendo a las 7 y 45 de la mañana, que creo que no está mal del todo porque es la noche colombiana.

Ayer tuve otra jornada de 12 horas pero no estuvieron tan duras porque no estaba con la manager assistent en el supermercado. Su nombre es Androulla y aunque nació en Inglaterra se le nota a kilómetros que es griega. Sus padres son de Grecia, y se la llevaron para allá siendo una bebé y allá vivió hasta los 14 años, cuando regresó a Londres. Es la mujer que uno quisiera encontrar en el lugar donde compra la comida. Caderas anchas, manos pompitas, cachetes redondos y rosados, su cuerpo tiene todas las señas de que esta mujer sí sabe qué es comer bien.

Sin embargo, trabajar con ella, si uno no tiene las destrezas necesarias, como yo, puede ser una pesadilla. Es psicorígida con la limpieza y con una cosa que a mí me fue negada: la estética. ¿Por qué me tenía que tocar una jefe como ella? A mí, precisamente que siempre perdía manualidades en el colegio, que mi papá me hacía los trabajos de dibujo técnico, que podía sacar mala calificación en un trabajo final del colegio por recortar y pegar a la verraca las figuritas que lo decoraban.

No, yo no tengo la capacidad de pasar una ensalada de un plato a otro sin que quede regueros en los bordes, yo no puedo forrar el jamón en papel transparente sin que me quedes arrugas, yo no puedo envolver en papel aluminio (sin que se me rompa) las latas del horno. Así que yo no soy precisamente santo de la devoción de Androulla.

Por otro lado soy muy lenta, yo trato de buscar una estrategia para ser más rápida, pienso en qué orden debo hacer las cosas, sin hacer mucho desorden, para que queden mejor hechas. El problema es que cuando termino de pensar ya no tengo tiempo, y me pasa lo mismo que en el periodismo, tengo buenas ideas pero nunca tengo el tiempo necesario para desarrollarlas.Ayer

Androulla no trabajó conmigo y mi compañero nepalí y yo terminamos de cerrar ‘la deli’ (así se le dicen a mi sección) sin derramar una gota de sudor. Claro, empezamos a cerrar una hora antes de lo que le gusta a Androulla y hicimos una trampitas pequeñas como barrer antes limpiar las mesas y mostradores (así después les caigan boronas al piso) o trapear con el trapero sin lavar.
Así me fui más tranquila para mi casa (el hostal) y hasta tuve tiempo de tomarme una cerveza, con la satisfacción del deber no cumplido pero el cuerpo un poquito más descansado.

lunes, 24 de mayo de 2010

Día uno

Porqué carajos me dio a mí por hacer estos experimentos, quién me mandó a mí a ponerme de creativa, como si no tuviera nada que hacer, como si pudiera escribir algo con este cansancio clavado en las costillas, con esta suspiradera, con esta tos, con este dolor de espalda. Son las 12 y 45 y mi ropa se está lavando en un cuarto muy cerca de aquí, del studing room, desde dónde les escribo (mis compañeras de cuarto están durmiendo y me tocó armar parche aparte) con la ilusión que me lean, que no se queden en el primer párrafo, que me dediquen un ratico, aunque sea por caridad.

Hoy fue tal vez el día más caluroso del último año en Londres. La temperatura llegó a casi 30 grados y como los ingleses son tan montañeritos salieron como locos asolearse en los parques, como si ellos estuvieran hechos para eso, como si al final del día no fueran a quedar rojos como camarones, como si un diíta de sol al año fuera suficiente pa quitarse el hielo que llevan dentro. Bueno, la verdad es que hablo con envidia, porque claro, si yo no hubiera tenido que trabajar también me hubiera tirado en el Hyde Park o en algún parque de esos.

La mayor prueba de que era un día raro en Londres fue que cuando empecé a hacer camas en el hostal, muy a las nueve de la madrugada, todos los cuartos estaban vacios, cuando normalmente a las 12 todavía hay gente durmiendo. No estaba en el cuarto la francesa que está haciendo un doctorado en algo de psicólogía (que al parecer está muy nerviosa por un ensayo que tiene que hacer, porque tiene hojitas pegadas hablando sobre eso por todas partes), tampoco estaba el indio que estudió dirección de cine, ni la taiwanesa que estudia educación. Al único que desperté fue al señor de Hong Kong del segundo piso, que es matemático y trabaja calificando exámenes de una facultad de ingeniería.

Como hace rato no hacía camas no me había dado cuenta que se fue la turca del 304, la que estaba estudiando un MBA, a la que siempre le tenía que llevar tres fundas de más, porque usaba cuatro almohadas, dos para la cabeza y una para los pies (trabajaba como mesera y tenía que llegar a levantar los pies).
En el supermercado la historia no fue muy diferente, estaba hirviendo y Androulla, la manager assistent me permitió trabajar sin el gorrito ese que tanta diferencia hace entre la belleza y la fealdad. Yo quería trabajar en sandalias pero no me dejó. Se me acabó la pila y todavía tengo mil cosas más por contar, de pronto mañana.Ah, se me olvidaba, acá les pongo la tan solicitada foto, en el mostrador, sonriente.


domingo, 23 de mayo de 2010

Un experimento

Hoy empezaré a trabajar tiempo ‘re,re,re full’. Trabajaré en el supermercado ocho horas diarias y eso, más las 4 del hostal, darán como resultado jornadas laborales de 12 horas. Será solo por dos semanas, en las que pienso recoger dinero para un viajecito que quiero hacer. Por ley tengo que descansar dos días a la semana, pero como me dieron permiso para irme diez días de junio, tengo que trabajar más días de los normales para pagar los que deberé.


Cuando trabajo mucho, me pasa que me siento miserable, especialmente porque el verano está empezando y la temperatura en Londres está rondando los 30 grados centígrados. Odio que todos vayan al parque mientras yo estoy sudando al lado de una docena de pollos rostizados.

También sucede que cuando escribo en este blog me dejo de sentir miserable y le encuentro mucho más sentido a todo lo que estoy viviendo, así que hoy escribo para comprometerme con el experimento de escribir todos y cada uno de los próximos tortuosos quince días. Trataré de escribir cosas interesantes en medio de la desgracia que significa trabajar mientras todos se divierten y justo cuando menos tiempo tengo. Así, que anticipadamente les pido disculpas por los errores que aparecerán, por los días en que me rayaré y escribiré que me quiero pegar un tiro, por los días en que no escribiré, y por los días en los que los aburriré o les haré perder el tiempo. Ojo pues, hoy por la noche empiezo.

Un experimento

Hoy empezaré a trabajar tiempo ‘re,re,re full’. Trabajaré en el supermercado ocho horas diarias y eso, más las 4 del hostal, darán como resultado jornadas laborales de 12 horas. Será solo por dos semanas, en las que pienso recoger dinero para un viajecito que quiero hacer. Por ley tengo que descansar dos días a la semana, pero como me dieron permiso para irme diez días de junio, tengo que trabajar más días de los normales para pagar los que deberé.

Cuando trabajo mucho, me pasa que me siento miserable, especialmente porque el verano está empezando y la temperatura en Londres está rondando los 30 grados centígrados. Odio que todos vayan al parque mientras yo estoy sudando al lado de una docena de pollos rostizados.

También sucede que cuando escribo en este blog me dejo de sentir miserable y le encuentro mucho más sentido a todo lo que estoy viviendo, así que hoy escribo para comprometerme con el experimento de escribir todos y cada uno de los próximos tortuosos quince días. Trataré de escribir cosas interesantes en medio de la desgracia que significa trabajar mientras todos se divierten y justo cuando menos tiempo tengo. Así, que anticipadamente les pido disculpas por los errores que aparecerán, por los días en que me rayaré y escribiré que me quiero pegar un tiro, por los días en que no escribiré, y por los días en los que los aburriré o les haré perder el tiempo. Ojo pues, hoy por la noche empiezo.

lunes, 19 de abril de 2010

Mi nuevo trabajo

He abandonado mi trabajo en el pub y ahora soy carnicera. Trabajo en un tradicional y exclusivo supermercado de Londres, dónde venden principalmente comida importada. Está ubicado en el corazón del refinadísimo Chelsea y es tan posh (elegante) que hasta tiene el visto bueno de la Reina Isabel II. Yo estoy en la sección de delicatesen. Permanezco detrás de un mostrador rodeada de chorizos y salamis marca ‘Alejandro’ y habitualmente llevo un gorro de malla que recoge mi cabellera (ahora larga), una camisa blanca, un delantal negro y unos guantes de látex.
Mi nuevo trabajo lo perderé muy pronto, porque mis clientes son en su mayoría ingleses, estrato 24, con poca paciencia y una pronunciación imposible. De por sí, ya vendo cosas con nombres raros, y si a eso le sumo la arcada que ellos le ponen a cada sílaba, puedo morir loca tratando de entenderles.
La primera vez que atendí un cliente fue a la media hora de haber llegado al supermercado. El manager me enseñó a manejar la máquina de cortar jamón, me dio una vuelta por toda la tienda para que supiera dónde estaba todo y listo, me soltó al ruedo, y claro, la cagué.
“Nkkdcjic jbcuecbe ncjcuehe bcujbiue, please”, me dijo una señora como uno de unos 70 años. “Sorry?”, le pregunté yo. “GUJBVYBUG BJBYG BJUHU BJBU, PLEASE”. Y otra vez yo: “sorry?”. Mirada de revólver y paso inmediato a mayores instancias: “¿Ella no habla inglés?”, le preguntó a mi manager, que por suerte es un español muy buena gente, que le dijo que yo sí hablaba inglés, pero que era mi primer día. Le mintió, le vendió un salami de esos de nombre raro, y al final la señora se despidió de mí con la mano y mirándome con cara de lástima. Serían muchos más los malmirados que atendería ese día.
Como yo no soy buena en mi trabajo tengo que compensar mis torpezas con otras cosas. Me maquillo lo más bonita que puedo, pese a los 30 grados centígrados que han hecho en Londres esta semana: corrector de ojeras, polvito facial, base (en caso de trasnocho extremo) sombra, rubor, y a veces hasta pestañina y labial. Si no entiendo algo sonrío, si la cago, sonrío, si corto mal un queso, sonrío, si se me olvida apagar la máquina después de cortar un jamón y dejó la cuchilla rodando a diestra y siniestra, sonrío.
Al final del día, me quedan doliendo los cachetes de sonreír tanto y tengo como terapia resoplar tres veces después de atender un cliente para que mi estómago vuelva a la normalidad.

lunes, 22 de marzo de 2010

Diario de una cleaner

Hay veces que el trabajo es un castigo y hoy sentí que fue así. Ayer había barrido y trapeado las cocinas del sótano, el primer y el segundo piso y hoy me pusieron a hacer lo mismo, más las cocinas del tercero y el cuarto. Creo que es el más agotador de los trabajos de este cleaner. Hay que barrer, recoger lo que uno barre, botarlo, y después trapear. Pero antes ‘lavar’ el trapero en un balde de agua con un químico desengrasante. Así que hay que andar con el balde escaleras arriba, escaleras abajo. Es agotador.Yo lo hago tan despacio como puedo. Tengo que hacerlo a ritmo lento porque si termino muy rápido me ponen a hacer más cosas y no, no quiero.

Lo que más se barre en una cocina de un hostal son las cascaritas de la cebolla y el ajo, son difíciles de agarrar en el recogedor y a veces toca perseguirlas por todas partes, y si no se dejan, pues toca cazarlas con la mano. Bueno, con los guantes, porque Csabi, el housekeeper, me dio unos sólo para mí. Pero eso no es lo más difícil. Lo más complicado es sacar las gotas de salsa de tomate del piso, toca trapear duro una y otra vez y hacer mucha fuerza y a mí eso me da mucho dolor en la cintura. Entonces me agacho y con las manos (con los guantes puestos obviamente) cojo las mechitas de la trapeadora como si fueran un trapo y estrego la mancha hasta que salga.

Pero no todas las manchas son iguales, hay una que se van desapareciendo con cada trapeada y otras que se despega todo el circulito completo, y en ese caso, en vez de trapearlas hay que barrerlas. Un día de estos, voy a hacer el experimento de cuánto tiempo toma que la salsa de tomate se ponga en ese estado. Me imagino que eso cambiará de una marca a otra. Bueno, y en eso también influye la temperatura de la cocina, porque hay unas que son más calientes que otras.

Hoy estuve charlando con dos colombianas. Las dos trabajan como niñeras, cuatro horas diarias, y aunque no están muy contentas con sus trabajos, están tranquilas de no tener que hacer cleaners. Una de ellas me dijo: “en Colombia nadie le dice a uno que esto es así de duro, todos dicen que aquí es súper fácil conseguir trabajo, que lo duró está es en Estados Unidos”. Me contó que una conocida suya que no hablaba ni jota de inglés le había dicho que había conseguido trabajo de cajera de Burger King, desde el primer mes que llegó aquí. “Y ahora que estoy aquí sé que eso es imposible”. “Es que los colombianos son muy creídos y ninguno va a llegar a contar que estuvo lavando baños, llegan a decir que en Londres uno se la gana de ojo. Yo trabajé seis meses como cleaner y había veces que me quería poner a llorar”. “Es que la situación está difícil. Nosotras tenemos una tía aquí que lleva mucho tiempo y nos dijo que cuando ella llegó no tenía que hacer limpiezas, que les salía ‘nanis’ por todas partes, en cambio ahora…”.

Mientras hablaba con ellas llegó Mario, el manager y yo me asusté, porque hoy había estado realmente lenta, pero él iba a mostrarle otra cosa a un trabajador del hostal, y de paso, me dijo que cuando limpiara las cocinas del primer piso, aspirara la más grande, la que tenía alfombra. ¡Más trabajo!

jueves, 18 de marzo de 2010

Chisme... chisme

En el día de ayer la Policía Metropolitana de Londres atendió una llamada de emergencia del hostal B.H, en South Kensington, centro de la ciudad. Daniela Buendía, empleada de esta institución afirmó que vio a una mujer de unos 30 años, británica pero de ascendencia india, hablando con la Policía y a un hombre calvo de nacionalidad suiza quejándose con el amo de llaves: “Esa mujer está loca”.

La inesperada visita de la Policía respondió a una larga cadena de incidentes que se venían presentando en el hostal en los últimos días. La noche anterior, la mujer de origen indio, a la que nos referiremos con el nombre de Claudia, fue a bañarse a una de las duchas del tercer piso (pese a que vive en el segundo), que está justo en frente del cuarto de una mujer griega (a quién llamaremos Juliana) que vive con su anciana madre. Juliana le reclamó a Claudia por bañarse en las noches y no cerrar bien la llave del agua. Afirmó que ese ruido no la dejaba dormir. Al reclamo de Juliana le siguió un golpe en la cara de Claudia, al que Claudia respondió con tres más.

Antecedentes

Juliana, de unos 40 años de edad, tiene un largo historial de quejas injustificadas. Suele decirle al manager que el personal del ‘staff’ hurga entre sus cosas, algo que no tiene asidero porque ella siempre tiene en su puerta un letrero de “Do not disturb” y no permite que nadie cambie sus sábanas, limpie su lavamanos o aspire su cuarto. Ella se encarga de todo.

Esa misma semana, Juliana ya había tenido un altercado con el hombre calvo, al que denominaremos Daniel. El suizo solía apagar la luz del pasillo que da en frente de su cuarto (también en el tercer piso) todas la noches porque es muy fuerte y no lo dejaba dormir. Pero Juliana empezó a prender la luz justo después de que Daniel la había apagado. Daniel la volvía a apagar y Juliana la volvía a prender. Daniel, molesto, quiso hablar seriamente con Juliana y explicarle que esa luz no era necesaria en el pasillo porque había otras más que lo iluminaban, pero Juliana no le dijo ni una sola palabra y en cambio le tomó una fotografía con su celular. “Usted no debería estar viviendo aquí, debería estar en un sanatorio”, le respondió Daniel.
De la señorita Claudia se puede decir que nunca saluda a la gente del staff. Tuvo una conflictiva relación con una compañera de cuarto de nacionalidad alemana, que tuvo que mudarse al quinto piso porque no la soportaba. El amo de llaves del hostal afirma que la mujer india se tintura el pelo en los lavaplatos de la cocina molestando con eso a los residentes del tercer piso. María Fernández, residente del hostal y de nacionalidad española, afirma que en una ocasión Claudia había preparado una sopa con curry y que llenó la estufa de caldo. Ella le reclamó y la india le dijo que eso no era de ella, pero que si quería podía limpiar, pasó el dedo por el reguero y se machó.

Aunque la policía trató de servir de mediadora en el conflicto, en el día de hoy la discusión entre Claudia y Juliana se repitió en la cocina del tercer piso, lo que hace pensar que está historia todavía no termina.
PD. Cualquier parecido con Agencia Pinocho es pura coincidencia

miércoles, 24 de febrero de 2010

Mi trabajo en el pub


He tratado de explicar a mi mamá qué es un pub. Ella dice que es un bar pero yo no creo que sea eso precisamente. Sí, es verdad, lo que más se vende ahí es cerveza, pero si fuera un bar no lo abrirían desde las 12 del día ni irían familias completas a almorzar. Para mí un pub es el típico lugar de reunión de los ingleses después del trabajo. Algunos dirán que es atrevido de mi parte lo que voy a decir, pero creo que un pub es el equivalente a una tradicional tienda de esquina en Colombia (bueno, como las de Antioquia pues), dónde los obreros se van a echar pola antes de llegar a la casa. O una ‘heladería’ de pueblo, o una cantina, es como un billar, pero sin billares… Lo que yo he tratado de explicarle a mi mamá es que un pub no es un lugar ‘malo’, no es como el ‘club’ al que iba mi papito en Copacabana, que tenía fotos de mujeres empelotas y esas cosas horribles, y dónde yo sólo podía pasar a saludarlo de carrerita, porque ese no era un lugar para niñas decentes como yo. No, a los pubs también van las mujeres con las amigas. A ver…. ¡Qué enredo! En resumidas cuentas, lo que yo le quiero decir a mi mamá, es que como los ingleses son tan borrachos, para ellos un lugar en el que venden cerveza es considerado de ‘ambiente familiar’.
Desde hace más o menos un mes estoy trabajando en un pub, queda en Gloucester Road en South Kensington, que es un barrio muy tradicional de Londres, así que la clientela que va es muy exclusiva (la semana pasada estuvo el papasito de Jude Low), pero yo nunca la veo porque siempre estoy ‘up stairs’, en la cocina. La especialidad de mi pub es la ‘british food’ (la otra vez estuve en uno especializado en comida tailandesa) que para cualquier persona con sentido común es la peor comida del mundo. Mi primer día de trabajo, la introducción me la hizo Sofía, una colombiana, que me decía (léase con acento santandereano) “¿el gravy?, pues eso es una salsa inmunda, que ellos le echan a la comida… y estas son las salchichas esas asquerosas que a ellos se comen… ¡el city sampler!, eso es un grasero impresionante, con el que ellos son felices…”. Yo estoy de acuerdo con Sofi, la prueba de que la comida británica es horrible es que hasta yo puedo ser chef.
Mi especialidad es el ‘fish and chips’ (pescado con papitas fritas) pero en los cuatro meses que llevo en Londres nunca me he comido uno. Creo que he cocinado más de cien ‘fish and chips’ en mi vida, pero de sólo saber que el aceite en el que frito el pescado es el mismo en el que tres días atrás habían estado las ‘chips’ y las ‘chicken wings’ (alitas de pollo) se me quitan las ganas. Hacerlo no es muy complicado: uno coge el pescadito por la cola (ya viene sin cabeza) y lo pasa por una harina y después por una colada especita hasta que quede todo cubierto y después lo pone a freír. Tiene su técnica, porque a veces, por error, lo meto primero a la colada y después a la harina, y entonces rezo para que el que se lo coma esté bien borracho y no se dé cuenta.
Conmigo casi siempre hay otra persona, por lo general Miro, el ‘Kitchen manager’, que es un eslovaco como de dos metros de alto, con el que es muy bueno trabajar porque es muy grande, muy fuerte y muy hábil, así que con él la limpieza de la cocina la terminamos en par boliones. En cambio, cuando me toca trabajar con Sofía (casi nunca porque ella pidió que no nos pusieran turno juntas para poder practicar el inglés) las dos terminamos rendidas a los pies de una Guiness (la cerverza) en la barra del pub. Con la cara brillante y con el pelo expeliendo crujiente fish and chips.
Porque realmente lo de ‘chef’ es un eufemismo. Nosotras tenemos que ir cocinando y limpiando al mismo tiempo. Además de llenar un montón de cuadros y cuadernos con la temperatura de los congeladores, mirando que no haya comida vencida, que si haya todos los ingredientes, etc. Pero la limpiada es lo más horrible, bien lo dice mi mamá: “no hay nada más malagradecido que la cocina”. Hay que sacar los platos de la lavadora a toda carrera, porque tengo que ayudar con los pedidos, porque hay mucho que hacer, o porque estamos cerrando y nos queremos ir rápido. Pero los malditos salen súper calientes, y los cubiertos, ni se diga, y las bandejas metálicas, ni pa’ que me pongo a contar… Al principio el quemón me daba tan duro que yo sentía un corrientazo como si me hubiera cogido la luz. Pero ya mis manos se han ido acostumbrando y ya las meto sin miedo al horno para calentar el pan de las hamburguesas, puedo coger las 'Jack potato' recién salidas de la fritadora, y esparcir sin miedo la salsa de queso sobre los nachos recién derretida en el microondas. El efecto que esto ha causado en mis manos merece capítulo aparte, aunque el enrojecimiento también se lo puedo atribuir a una de las tantas alergias que dicen que nos da a los latinos en la primavera.

miércoles, 17 de febrero de 2010

El esquizofrénico

Yo me acuerdo que cuando le conté a Cami, mi novio, que iba a vivir en un hostal, me dijo que no era tan terrible, que no podía ser peor que el sitio dónde había vivido Paca, una amiga nuestra, en Bogotá. Pues la verdad yo estuve en el hostal de Paca y no me pareció tan horrible. Vivía en una azotea cerca a la Universidad Javeriana y tenía una ventana desde la que un día vi un atardecer increíble.

Lo único que me parecía malo de su hostal era que había un esquizofrénico. Ella nos contó que se había dado cuenta porque una vez se encontró en el suelo un tarrito con unas pastillas, y ella (que de boba no tiene un pelo) vio el nombre y se puso a averiguar qué tipo de medicamento era y resultó ser uno para la esquizofrenia. Entonces, Paca, después de saber eso, nunca pudo dormir en paz, siempre pensó que el dueño del tarrito la mataría por dejar la leche afuera de la nevera o empegotar de crema dental el lavamanos.

Pues sí señores y señoras, en mi hostal también tenemos un esquizofrénico, bueno, tal vez más, bueno, tal vez no es esquizofrénico, digamos que hay alguien de comportamiento extraño.
El primer día que yo trabajé en el hostal me tocó barrer y trapear las cocinas (son diez en total) y tuve una conversación con una muchacha muy alta (después escribiré sobre ella) que estaba cocinando algo. Yo le pregunté que de dónde era y ella me dijo que de Grecia, y yo le dije que yo era de Colombia y no más. Pero antes de irse me dijo: “si ves a un hombre viejo con una maleta, no le hables, no lo saludes, si te grita o te pega tú solo vete, vete y déjalo solo. Es peligroso, es esquizofrénico”. Bueno, pues como se imaginarán, como Paca, yo no tuve paz ese día, y en todo momento estuve esperando al hombre viejo de la maleta, pero no apareció.

No mucho tiempo después, yo estaba limpiando la cocina y sentí un golpe duro y seco. Brinqué del susto, y miré a la puerta. Ahí estaba él, con su maleta, y con un gorro de invierno. Asomó la cabeza, me miró y se fue. Después de eso me lo he encontrado muchas veces en esa cocina (es su sede de operaciones), en la sala de televisión, en el salón de estudio o sentado en las escaleras a la media noche.

Casi siempre está leyendo o escribiendo en una libreta. Cuando necesito limpiar la cocina yo le pido permiso y él me dice “haga su trabajo”, se queda un minuto más y se va. No soporta mi presencia por más de cinco minutos. Dos veces él ha llamado el ascensor y yo he estado adentro. Las dos veces él me ha mirado con desprecio y ha dejado que la puerta se cierre sin subirse.
Csabi, el housekeeper me dice que es inofensivo. “Una vez me dijo que él creía que la chica griega (la alta) trabajaba en la CIA ¿cómo le vas a tener miedo? él es súper nervioso no puede ver un celular porque se asusta”. Y bueno, puede que Csabi tenga razón, pero aun así ‘el esquizofrénico’ no deja de hacerme brincar con sus portazos.

Esta historia continuará…