miércoles, 17 de febrero de 2010

El esquizofrénico

Yo me acuerdo que cuando le conté a Cami, mi novio, que iba a vivir en un hostal, me dijo que no era tan terrible, que no podía ser peor que el sitio dónde había vivido Paca, una amiga nuestra, en Bogotá. Pues la verdad yo estuve en el hostal de Paca y no me pareció tan horrible. Vivía en una azotea cerca a la Universidad Javeriana y tenía una ventana desde la que un día vi un atardecer increíble.

Lo único que me parecía malo de su hostal era que había un esquizofrénico. Ella nos contó que se había dado cuenta porque una vez se encontró en el suelo un tarrito con unas pastillas, y ella (que de boba no tiene un pelo) vio el nombre y se puso a averiguar qué tipo de medicamento era y resultó ser uno para la esquizofrenia. Entonces, Paca, después de saber eso, nunca pudo dormir en paz, siempre pensó que el dueño del tarrito la mataría por dejar la leche afuera de la nevera o empegotar de crema dental el lavamanos.

Pues sí señores y señoras, en mi hostal también tenemos un esquizofrénico, bueno, tal vez más, bueno, tal vez no es esquizofrénico, digamos que hay alguien de comportamiento extraño.
El primer día que yo trabajé en el hostal me tocó barrer y trapear las cocinas (son diez en total) y tuve una conversación con una muchacha muy alta (después escribiré sobre ella) que estaba cocinando algo. Yo le pregunté que de dónde era y ella me dijo que de Grecia, y yo le dije que yo era de Colombia y no más. Pero antes de irse me dijo: “si ves a un hombre viejo con una maleta, no le hables, no lo saludes, si te grita o te pega tú solo vete, vete y déjalo solo. Es peligroso, es esquizofrénico”. Bueno, pues como se imaginarán, como Paca, yo no tuve paz ese día, y en todo momento estuve esperando al hombre viejo de la maleta, pero no apareció.

No mucho tiempo después, yo estaba limpiando la cocina y sentí un golpe duro y seco. Brinqué del susto, y miré a la puerta. Ahí estaba él, con su maleta, y con un gorro de invierno. Asomó la cabeza, me miró y se fue. Después de eso me lo he encontrado muchas veces en esa cocina (es su sede de operaciones), en la sala de televisión, en el salón de estudio o sentado en las escaleras a la media noche.

Casi siempre está leyendo o escribiendo en una libreta. Cuando necesito limpiar la cocina yo le pido permiso y él me dice “haga su trabajo”, se queda un minuto más y se va. No soporta mi presencia por más de cinco minutos. Dos veces él ha llamado el ascensor y yo he estado adentro. Las dos veces él me ha mirado con desprecio y ha dejado que la puerta se cierre sin subirse.
Csabi, el housekeeper me dice que es inofensivo. “Una vez me dijo que él creía que la chica griega (la alta) trabajaba en la CIA ¿cómo le vas a tener miedo? él es súper nervioso no puede ver un celular porque se asusta”. Y bueno, puede que Csabi tenga razón, pero aun así ‘el esquizofrénico’ no deja de hacerme brincar con sus portazos.

Esta historia continuará…

3 comentarios:

  1. Yo vivo con una seudoesquizofrénica que se hace llamar Violeta, y que quiere acuñarle la VI a Vikoca... No digo más. Vivis, para la segunda parte por favor dinos qué escribe en las libretas o qué libros lee. Tarea de inspector, plis.

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  2. Esperando la segunda parte... cha cha chaaaann!

    Vivis, ¿Cómo vivís la música in London?

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  3. Tienen razón, esto se pondrá interesante. Vecino, déjame le echo cabeza a tu pregunta

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